Pascual Pérez, primer “Che” campeón del mundo

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Pascual Pérez, primer “Che” campeón del mundo
Pascual Pérez, primer Che campeón del mundo

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Pascual Pérez, primer “Che” campeón del mundo
Pascual Pérez, primer Che campeón del mundo

Hace solo unos días, exactamente el miércoles 26 del mes pasado, se cumplieron 71 años de la coronación de Pascual Pérez, llamado El Pequeño Gigante, como campeón mosca en la versión de la Asociación Mundial de Boxeo (WBA por sus siglas en inglés), para sembrarse luego a perpetuidad en la historia como el primer peleador argentino en alcanzar tan elevado nivel, en uno de los tres deportes —los otros el fútbol y el automovilismo— de mayor arraigo masivo en aquel país suramericano.

La hazaña la concretó Pérez en el gimnasio Korakuen de Tokio, Japón, ante el japonés Yoshio Shirai, al que derribó en el segundo y en el duodécimo asaltos para adjudicarse un clamoroso y singular triunfo mediante tarjetas de 146-143 del árbitro Jack Sullivan y de 143-139 y 145-143 de los jueces Bill Pacheco y Kuniharu Hayashi, respectivamente.

La histórica victoria del peleador nacido en el departamento de Tupungato, provincia de Mendoza, Argentina, el 4 de mayo de 1926, y el menor de nueve hermanos de una familia de viticultores, como es de suponer, desató un enorme júbilo en su país, que unos pocos días después de su proeza lo recibió con pancartas y vivas en el aeropuerto de Ezeiza, con el entonces presidente del país, Juan Domingo Perón, al frente de la delirante multitud.

Con el paso de los años, a Pascual Pérez le seguirían como campeones mundiales otros 39 compatriotas en el renglón masculino y 25 mujeres, una cifra de campeones mundiales —salvo error u omisión— solo inferior en Latinoamérica a la de México, que rebasa con holgura el centenar de monarcas mundiales tan solo en la rama varonil.

Antes de proseguir con la carrera profesional de Pascual, vale anotar que él nunca alcanzó el nivel de ídolo local, como sí lo fueron en sus tiempos José María “El Mono” Gatica, Nicolino “El Intocable” Locche y Carlos “Escopeta” Monzón, este último el mítico rey de los medianos entre 1970 y 1977. La ausencia de carisma, a pesar de que Pérez había sido campeón olímpico mosca en los Juegos de Londres de 1948 cuando tenía 22 años (empezó en amateur en 1944 y realizó 125 peleas con dos o tres reveses), influyó en ello. En Londres ganó cinco peleas, tres por RSC, y la última a los puntos frente al italiano Spartacus Bandinelli en un intenso y difícil combate.

Dio el salto al profesional cuatro años después, motivado en parte por el disgusto que le produjo haber sido injustamente apartado de la selección nacional a los Olímpicos de Helsinki en 1952.

En el profesional, dirigido siempre por el conocido Lázaro Koci, quien había reorganizado el boxeo argentino, el pequeño peleador de solo 1,52 m de estatura —casi siempre más bajo que su rival de turno— pero que “pegaba como una mula”, según uno de sus biógrafos, se hizo notar con 18 nocauts en sus primeras 18 peleas, antes de que un tal Juan Bishop terminara de pie en la 19ª. En el profesionalismo ganó invicto la faja nacional vacante de las 112 libras (50,802 kilos) el 11 de noviembre de 1953, con un KO sobre Marcelo Quiroga.


Primer choque con Shirai

Pascual recibió una primera oportunidad de medirse al entonces campeón mundial, el japonés Yoshio Shirai, gracias a las gestiones del embajador argentino en Tokio, Carlos Quiroz, a petición del presidente Perón, quien estuvo en el ringside de aquel combate a solo 10 asaltos, montado en la inauguración del Luna Park —el templo argentino del boxeo— el 24 de julio de 1954. El choque terminó en tablas, lo que de hecho le daba a Pascual la oportunidad de un chance campeonil.

Este se produjo el 26 de noviembre de aquel año, con el resultado ya dicho, y en una demostración inobjetable de superioridad, el “che” Pascual Pérez dominó sin mayores dificultades al nipón, triunfo consagratorio que da pie a esta nota.


Las defensas y el adiós

Pascual Pérez, a juicio de la mayoría de los expertos, es considerado uno de los tres máximos astros de la categoría a lo largo del tiempo —los otros el galés Jimmy Wilde y el mexicano Miguel Canto—. Cumplió una intensa actividad profesional luego de coronarse, con un total de nueve defensas y doce peleas titulares.

En la primera exposición de la faja de la decana Asociación Mundial, como dijimos, dio el desquite a Shirai en el mismo Korakuen el 30 de mayo del año siguiente y volvió a ganar, ahora por KO en cinco episodios. El 11 de enero del ’56 superó en el Luna Park al filipino Leo Espinosa en 15 vueltas y el 30 de junio del mismo año noqueó en 11 rounds al cubano Óscar Suárez, en Montevideo, Uruguay.

La cuarta defensa fue ante el inglés Dai Dover, al que venció en el primer round ante el público bonaerense en el Club Atlético San Lorenzo de Almagro el 30 de marzo del ’57, para seguidamente dominar al español Young Martin en el mismo escenario el 7 de diciembre de igual año, por KOT1.

Viajó luego a Caracas para medirse el sábado 19 de abril de 1958 —fecha festiva nacional por ser el 148º aniversario de la declaración de independencia del país cuna del Libertador Simón Bolívar— al ídolo de la casa, el zuliano de 22 años Ramón Arias, diez años menor que el campeón, en un repleto Nuevo Circo de la capital venezolana.

En un cerrado y emotivo pleito, en el que se repuso de una caída de seis segundos en el segundo round para tomar el control de las acciones a partir del sexto tramo, se llevó la decisión de los tres jueces venezolanos en 15 movidas vueltas ante una acongojada afición.

Fue esa la primera pelea de campeonato mundial en Venezuela y también la primera en la que un púgil local disputaba una faja ecuménica, con el añadido de ser igualmente el primer evento deportivo transmitido en directo por TV en el país, una decisión del vicealmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto, presidente de la Junta Militar que había asumido el poder luego del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de ese año.

Más tarde, Pascualito conservó el cinturón frente al filipino Dommy Ursua por DU en el Rizal Memorial de Manila el 15 de diciembre del ’58. El campeón mundial, un viajero impenitente —sus peleas en Argentina no atraían mucho público, pues nunca fue un imán de taquilla en su patio— viajó luego a Japón, donde el 10 de agosto del ’59 venció al nipón Kenji Yonekura 159-137, 145-139 y 146-140 en el Metropolitan Gym.

El 5 de noviembre del mismo año noqueó en 13 a Sadao Yaoita en Osaka, en el choque de revancha, pues aquel lo había vencido el 16 de enero de ese año y le había arrebatado el invicto —luego de ocho años profesionales, en los que sumaba 51 triunfos, 37 nocauts y un empate— en una pelea en Tokio fuera de título, por decisión en 10 pasajes.

La exitosa cadena de nueve defensas de Pascualito terminó el 16 de abril de 1960 frente al tailandés Pone Kingpetch, de 25 años y 1,70 m de estatura, 18 centímetros más alto, quien lo batió por estrecha decisión unánime para erigirse en nuevo rey mundial en el Lumpinee Stadium de Bangkok. Victoria que repitió PK el 22 de septiembre siguiente, ahora por KO en ocho asaltos en el Olympic Auditorium de Los Ángeles, California.

El viejo guerrero de 34 años todavía se rehusaba a bajar la guardia. Así, realizó varias peleas más entre 1961 y 1964, en las que llegó a tejer una cadena de 28 triunfos —20 por KO— ante rivales de poca notoriedad, y luego perdió 3 de 5, la última de su carrera con el panameño Eugenio Hurtado el 15 de marzo del ’64, un mes antes de cumplir 38 años.

Las últimas siete batallas las libró ante rivales de poca relevancia, como apuntamos, con las excepciones del colombiano Bernardo Caraballo, el mexicano y luego campeón mundial Efraín “Alacrán” Torres y el filipino Leo Zuleta, con reveses a los puntos con el primero y el tercero, y por KOT3 frente al azteca. Al irse dejó una marca total de 92 refriegas para 84 victorias (57 por nocaut), 7 derrotas (3 por KO) y un empate.

Desde 1997 tiene un nicho en el Salón Internacional del Boxeo de Canastota, NY, junto a sus paisanos Carlos Monzón, Nicolino Locche y Víctor Galíndez, tres astros relevantes en su tiempo e históricos como él. Sus últimos días fueron ciertamente tristes, entre otras causas por la depresión que le produjo su divorcio en 1977 de Herminia Ferch, madre de sus dos hijos varones, Pascual y Miguel Ángel, y por la debacle económica en que se sumió tras el engaño de personas allegadas, lo que lo dejó virtualmente en condición de indigente, a tal punto que se vio obligado a lustrar zapatos y a mendigar, entre otras penurias.

“El León Mendocino”, el otro mote que le dio la afición por su agresividad en el ring y su habilidad técnica, falleció a una edad relativamente temprana en Buenos Aires el 22 de enero de 1977, por una insuficiencia hepática-renal, a los 50 años y ocho meses. Sus restos reposan en el cementerio La Chacarita de la capital argentina.


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